Hablaba en un post anterior de la novela que fue mi favorita en el 2003, cuando Xavier Velasco ganaba el premio Alfaguara de novela con “Diablo Guardián”, aunque en realidad la leí hasta el 2004. Encontré mis concluisones a la misma (no sé en qué etapa de mi vida me encontraba cuando escribí esto, pero no cabe duda que las cosas llegan a tus manos en el momento indicado para identificarte con ellas). Decidí hacer la transcripción de ese texto en este mi blog, sin cambiar una sóla palabra.
¿Diablo guardián? - Es cierto, todo ser humano carga con sus ángeles y demonios internos ocultos a los demás pero visibles para sí, aunque siempre tendamos a negarlos. Esto me repetía cada vez que avanzaba en las líneas de la novela y no dejaba de sorprenderme que a cada capítulo me sentía tan identificada con Violetta y su mundo de contradicciones - lejos de cualquier sentimiento o inclinación feminista por ser mujer – tal vés fue un detonador de mi consciencia que insistía que era inconsciente, mi contínua autodestrucción palpitante en un roce constante que persigue y me persigue y atrapa cuando cierro los ojos y veo mi irrealidad, sin poder distinguir entre utopía y realidad, fluir en este mundo tan materialista en el que luchas día a día con una sociedad competitiva, en la cual tienes que ganarte el respeto y continuar ganándotelo para convertirte en una persona de éxito siguiendo un ciclo natural de vida, viviendo con el ideal de trascender y no considerar tu paso por la vida como un caso fortuito de la naturaleza. Con estos antecedentes y continuándo leyendo me preguntaba: ¿Dónde es donde realmente se revela nuestro ser, el auténtico Yo?
El Yo, atravieza por facetas, un tanto invariables, entre un individuo y otro, pero que nos negamos a que desaparezca una vez que la materia se destruye (cuando mueres) como un ciclo naturalmente humano y que por conseguirlo para no sentirnos tan miserables, en este mundo, podríamos vender nuestra alma al diablo por tener todas las respuestas a nuestros cuestionamientos, por tener las armas para inducir, forzar y con ello lograr lo que para nosotros es “felicidad” en esta especie de juego que es la vida, pero sin darnos cuenta “que no juegas el verdadero juego de tu ser, si no el del otro” ¿Cuál otro? Aquél o aquellos de quienes necesitas, de quien está simplemente al lado tuyo en este tren de la vida en el que cada quién sigue su camino, pero que, invariablemente convergen en un punto o instante en el que se conjuga el factor común, hasta caminar nuevamente como seres individualistas, estableciendo nuestras propias reglas, nuestros propios límites, basados en este juego y practicar la revelación del Yo, saboreando una mezcla de libertad e incertidumbre para ser parte de él y convertirse en el reflejo del mismo, arriesgando cada vez más y más que ya vendrá el tiempo en el que debamos pagar la factura por nuestros actos.Y sin embargo, en esta reflexión encontré que mi búsqueda de la felicidad tiene un sentido en el amor, en un cómplice, tal como persivo que Pig encontró en lo que para él fue o significó su factor común: Violetta y esque al final de todo somos comúnes a muchos más de lo que creemos. Simplemente tomamos caminos distintos, pero deteniéndonos un poco y abriéndonos al otro, nos sorprendemos de lo parecidos que somos si abrimos el alma. Muchas cosas no son casuales, los círculos viciosos los creamos nosotros mismos hasta el final de nuestros días, por lo tanto, no es casualidad que mi composición de “Vida y al final muerte” le quede muy bien a esta reflexión.